Tengo tanto buda.
Que con cada nube
me muevo panteísta.
Con cada respiro
me atraganto con la satisfacción.
Estoy lavando los platos,
sí, como si fuera cada uno
el ala de un ángel rafaelista.
Tomo asiento y me siento
acobijado en coro de silencio.
Abrí la cárcel de piel para
poder lavar la sangre
con luz de vida.
De lejos veo
los pensamientos,
como montañas teñidas azul
por la distancia.
Tengo tanto buda.
Que el viento me trajo
la luna a mi puerta.
Y no paré de bailar
en plena habitación
como si agarrara el mundo
de su pequeña cintura.
felicidad
suspendida
felicidad
el objeto negro
erecto sobrio
en el otro lado
de donde sea
que camine
la luz
del semáforo
deja su solitaria luz
caer como una semilla
que nunca nace
el asfalto
es ahora
una huella más
del silencio
me detengo
para ver el
hielo de mi sombra
derretirse en charcos
la mancha
de la noche
cruza la calle
con una boca seca
la felicidad
al otro lado
como objeto
erecto y negro
casi levitando
como si no perteneciera
a esta tierra.
Poesía Moderna
hacia lo involuntario
Es la felicidad un trozo
de apuro
una esquina de la ceguera
que guía
un ímpetu sagrado
en el rincón del goce
ahí donde hay filo
para nácar de palabras
un río que desborda hacia
al cerro involuntario.
Poesía Nihilista
Los hechos de una noche
A lo lejos
todo se ve
como una silueta
ante la luz de una rosticería
sombras que pretenden ser hombres
anaranjados que suelen ser cigarrillos
ya que, por alguna razón
dejan las luces del primer piso
encendidas
el pavimento es plateado
negro está el cielo
ante la fosforescencia tenue de ciudad.
Mientras me muerdo las últimas puntas de mis uñas
camino unos cuantos metros
(no sé cuantos, pero todo se puede medir en metros)
paso por dos botellas
una amarillenta, pero no es mostaza
es algún espray para el pelo
la otra es rojiza, pero no es kétchup
es una bebida como el Hi-C pero alemán o europea
luego me acerco a ese lugar que nos gusta llamar “fantasía”
es un bar equis, cerca de la casa
con atmósfera fantástica
la bicicleta queda acostada contra el 45
su asiento, me di cuenta ahorita, dice logic
“lógica” en inglés, y mire usted
no dice ahí mismo en la pared
Logic, con un signo de interrogación.
A lo lejos, una luz verduzca
suele ser un semáforo peatonal
una señal
¿para el desenfreno?
–
Al ingresar al bar o ‘lounge’
pido una cerveza por ser lo más barato
no ocupo más porque estoy bastante ebrio
pero la inercia de mi; ¿reconcilio?
mi mundana nostalgia
exige un desahogo continuo
una anécdota más, entre más ambigua mejor
Vivaldi resuena en mis oídos, ya que traje
mi propio iPod, ¿No estoy prostituyendo la poesía?
Al fin me atrevo a mirar alrededor
qué esperan ver, milagros o groserías
nada, bullicio, reflejos, deseos, cansancios
humo, cigarrillos, carcajadas inauditas, voces
candelas, miradas extrañas, brindis, cervezas
locura y un cierto amor a la entrega del momento.
Tengo que perderme un segundo de este baile sentado
para ir al baño, orinar, veo esa cerámica lista
para el chorro de cualquier hombre, me detengo
y digo en voz alta, yo soy cualquier hombre
pues orino, y salgo sonriendo.
Cuando regreso a mi solitaria mesa, la cerveza
fría y venenosa
hace de las suyas
¿cuál estación de Vivaldi es esta?
¿ cuál efímera noche llamaré ayer o anoche?
Me tomo el pulso y esta descansado
confieso que me da cierta pereza ver gente
esos ebrios sin poesía, esos delincuentes
de la intoxicación.
Por supuesto, con esta última línea
me volví loco junto a Vivaldi
y es posible que me dejé llevar
donde la locura no tiene límite
entonces surge en mi el afán a la objetividad
detengo mis rebeldes impulsos,
respiro profundo
¿Qué veo?
Estoy sentando contra la pared
a mi izquierda cuatro mujeres fumando (cigarrillos)
a las once, se sienta una pareja recién llegada
a las doce, dos hombres mayores (que yo) con anteojos ambos
a la una, un hombre va al baño
a las dos, dos hombres y una mujer cansados pero no ebrios
a las tres, sanguijuelas buscando coito
a las cuatro, y cinco, nada, el resto es pared.
Por alguna circunstancia no notable
cambié la música y ahora escucho rock
desgraciadamente tuve que ir al baño en esos momentos
en ese momento de ímpetus hice girar mi pene de forma inadecuada
lo que resultó que mi jeans terminaran notablemente marcados
con esos líquidos, que no tienen otro nombre: orines.
Regresé a mi solitaria mesa a relatar este relato
un hombre de pelo largo hace un baile extraño
exclusivamente justo al frente mío
pero luego se va con una sonrisa
¿se están burlando del poeta borracho?
De todas maneras, tenía que cruzar mis piernas
para poder secar esos indeseables orines
cambié la música al que dice,
“es el siglo veintiuno, es el siglo veintiuno”
estoy vivo.
Algo dice adentro que debo irme,
no sé qué hacer.
Una más de mis canciones, una más
aunque esta vela enfrente fluctúe
y me voy – vivo cerca
estoy cerca,
esa fantasía
ese sueño,
ser libre,
ser total,
ser uno
ser feliz,
está cerca.
Por tercera vez

Me senté por tercera vez
donde hace mucho
consideré entender
la eternidad
escuché de nuevo
el paso del reloj
sentí adentro el pasar
el pudrir
un átomo consumiéndose
con el paso de la aguja
pero la eternidad
no la volví a encontrar –
¿estaría embriagado
cuando pensé
que la vida es simplemente el proceso
donde percibimos
las cosas que hemos de dejar atrás,
estaba ya loco cuando
dije:
sin aliento
Felicidad inaudita
Danza, flotante risa
sobre los pequeños cosquilleos
de cada grano de materia
unido al gran evento desperdiciado
la eternidad del olvido
más grande que la expansión de los tiempos
El gozo de ver crecer y envejecer
cada esquina oxidada
el tronco podrido, sin voz
el ejército inerme del Propósito
perdido en huracanes de anarquía
La sorprendente dicha en el agónico final de Kleist!
La felicidad, la risa, la irresistible locura…
derribando la larga historia de seriedad
regresar al juego de la extinción
una irresistible tentación
sin miedo al mirar el caprichoso mundo
y decir:
‘eres tan bello que no me importa verte morir’
La risa que sobrará en ecos por las ciudades desiertas
un torbellino de felicidad
al borde del moribundo final
La voz del vacío
Nacimos – morimos
en medio de una ilusión
que nos envuelve con sus formas engañosas
objetos efímeros
Nosotros, hijos de fábulas mitológicas
podemos morir engañados
como hombres que vivieron
en el centro del universo
sin saber de galaxias y vacíos
o aquellos que tenían muchos dioses
falsos
¿Pero nosotros tenemos al fin el verdadero?
¿Creemos en la ciencia?
Conquistamos el desorden
el caos aterrador
abolimos el imperio de la naturaleza
¿y somos más felices?
En medio de una vertiginosa ilusión
nos aferramos a un hilo de agua
– miedo de perder lo conocido –
por más desdicha que traiga,
no podemos soltar el mundo.
La nada gobierna el mundo
ese espejo que todo refleja
pero nada conserva;
el mundo desaparece de todas formas
todas formas desaparecen en el mundo:
solo queda un vacío
un silencio eterno penetra todo,
lo que muere
lo que está por nacer.
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