La mesa
con su color
y un poco de resfrío
verde con ganas de rojo
estrecha, tumbada
en el cuarto que nadie visita
justo esta mesa, o fracción de ella
babeando una sangre amarga
llorando las lágrimas de existir
con dos latidos sonoros
hechos de viejos testamentos
la mesa o alguna de sus cuatro patas
la tercera, tal vez, detrás del vínculo invisible
confiando que la cuarta y la segunda
la odian, la primera perdida
como la última oración de un libro
la mesa
lejos de la confabulación
incapaz de soportar ni un solo pelo más
reina del rectángulo inservible
verde a veces verificablemente vacía
la mesa donde llegaré a morir algún día.