A lo lejos
todo se ve
como una silueta
ante la luz de una rosticería
sombras que pretenden ser hombres
anaranjados que suelen ser cigarrillos
ya que, por alguna razón
dejan las luces del primer piso
encendidas
el pavimento es plateado
negro está el cielo
ante la fosforescencia tenue de ciudad.
Mientras me muerdo las últimas puntas de mis uñas
camino unos cuantos metros
(no sé cuantos, pero todo se puede medir en metros)
paso por dos botellas
una amarillenta, pero no es mostaza
es algún espray para el pelo
la otra es rojiza, pero no es kétchup
es una bebida como el Hi-C pero alemán o europea
luego me acerco a ese lugar que nos gusta llamar “fantasía”
es un bar equis, cerca de la casa
con atmósfera fantástica
la bicicleta queda acostada contra el 45
su asiento, me di cuenta ahorita, dice logic
“lógica” en inglés, y mire usted
no dice ahí mismo en la pared
Logic, con un signo de interrogación.
A lo lejos, una luz verduzca
suele ser un semáforo peatonal
una señal
¿para el desenfreno?
–
Al ingresar al bar o ‘lounge’
pido una cerveza por ser lo más barato
no ocupo más porque estoy bastante ebrio
pero la inercia de mi; ¿reconcilio?
mi mundana nostalgia
exige un desahogo continuo
una anécdota más, entre más ambigua mejor
Vivaldi resuena en mis oídos, ya que traje
mi propio iPod, ¿No estoy prostituyendo la poesía?
Al fin me atrevo a mirar alrededor
qué esperan ver, milagros o groserías
nada, bullicio, reflejos, deseos, cansancios
humo, cigarrillos, carcajadas inauditas, voces
candelas, miradas extrañas, brindis, cervezas
locura y un cierto amor a la entrega del momento.
Tengo que perderme un segundo de este baile sentado
para ir al baño, orinar, veo esa cerámica lista
para el chorro de cualquier hombre, me detengo
y digo en voz alta, yo soy cualquier hombre
pues orino, y salgo sonriendo.
Cuando regreso a mi solitaria mesa, la cerveza
fría y venenosa
hace de las suyas
¿cuál estación de Vivaldi es esta?
¿ cuál efímera noche llamaré ayer o anoche?
Me tomo el pulso y esta descansado
confieso que me da cierta pereza ver gente
esos ebrios sin poesía, esos delincuentes
de la intoxicación.
Por supuesto, con esta última línea
me volví loco junto a Vivaldi
y es posible que me dejé llevar
donde la locura no tiene límite
entonces surge en mi el afán a la objetividad
detengo mis rebeldes impulsos,
respiro profundo
¿Qué veo?
Estoy sentando contra la pared
a mi izquierda cuatro mujeres fumando (cigarrillos)
a las once, se sienta una pareja recién llegada
a las doce, dos hombres mayores (que yo) con anteojos ambos
a la una, un hombre va al baño
a las dos, dos hombres y una mujer cansados pero no ebrios
a las tres, sanguijuelas buscando coito
a las cuatro, y cinco, nada, el resto es pared.
Por alguna circunstancia no notable
cambié la música y ahora escucho rock
desgraciadamente tuve que ir al baño en esos momentos
en ese momento de ímpetus hice girar mi pene de forma inadecuada
lo que resultó que mi jeans terminaran notablemente marcados
con esos líquidos, que no tienen otro nombre: orines.
Regresé a mi solitaria mesa a relatar este relato
un hombre de pelo largo hace un baile extraño
exclusivamente justo al frente mío
pero luego se va con una sonrisa
¿se están burlando del poeta borracho?
De todas maneras, tenía que cruzar mis piernas
para poder secar esos indeseables orines
cambié la música al que dice,
“es el siglo veintiuno, es el siglo veintiuno”
estoy vivo.
Algo dice adentro que debo irme,
no sé qué hacer.
Una más de mis canciones, una más
aunque esta vela enfrente fluctúe
y me voy – vivo cerca
estoy cerca,
esa fantasía
ese sueño,
ser libre,
ser total,
ser uno
ser feliz,
está cerca.