Nunca ha habido cosas
tan elementales que al tocarlas
se entristece la hondura del mar.
Pero a veces la aurora se ahoga
como una gota en el pecho
de un borracho que sueña
en ese instante
en bañar su cuerpo
en diáfana electricidad.
Nunca se desborona la montaña
para caer como una lágrima
entre los dedos de la mano.
Pero a veces la tierra se disuelve
en un aroma tan negro
que el poeta
con sus ojos inmensos
lo traga para ver
la claridad del olvido.
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