No me queda otra
tenderte en la corriente
de mi lengua,
en la sílaba de mi carne:
tocas el sabor idiosincrático
de mi sustancia
debo deshacerte
como dulzura púrpura
entre los canales de mis papilas,
corre indómita como la
existencia salvaje
desciende como caos
al ombligo nocturno
de mi apetito
es sed
plenamente soledad
eres gota solitaria,
arraigadas en deseo
dos frutas:
una de piel
otra de arte
mis labios
espían el aire
son astronómicas puertas,
hacia el vacío caen tus obras
y soy presa instantánea
del contacto
laten agrias
tus nocivas pimientas –
en mi boca soy
receptor de lo que enseña
la doctrina indiscutible
del vino.
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