yo no sé si he nacido

suaves_siglos

El sol se acostó
en mis venas
era una fruta agridulce
que entró en mi sangre
e hizo espuma en
mi consciencia

yo no sé si he nacido
o si estos son apenas
campos de gestación

el día deja caer
su luz como un vestido
sobre el tronco desnudo
de mi vida

pero yo no sé si he nacido
o si son orillas de zafiro
en las alas del instante

la noche se abrió
erizó las sombras
entre los minutos
y parpadearon las tierras

¡yo no sé si he nacido!
o si es que son tan suaves
los siglos que cruzaron
el olvido para llegar
hasta aquí.

Poesía Contemporánea

silencio abriendo silencios

Poema de Silencio

¿qué soy?

cómo me describo
sin palabras

cómo me entiendo
sin el pensamiento

cómo me defino
sin la definición

¿qué soy?
antes del verbo
lejos de sustantivo

cómo me estudio
sin la categoría

cómo me observo
sin ninguna instrucción

¿qué soy?

cómo me enseño
a mirar sin hablar
a respirar sin pronunciar

cómo atisbo
la existencia al desnudo
antes de que se abrigue
de su ficción

cómo desisto
mi insólito nombre
para volver a la virgen matriz

¿qué soy?

antes del amanecer
cuando duermo sin soñar

párrafo en blanco
luz entre luz
silencio abriendo silencios…

 

 

Poesia Moderna

conspiraciones

Entras en mi superficie
y con el lado filoso
de tu oscuridad
cortas en dos mi monotonía
sumerges dos dedos
en la épica de mi sangre
en tu boca
mi plasma se hace
leyenda ilógica
recoges mis huesos
los ocultas en tus regazos
como una broma prohibida
dibujas el aire
de mis pulmones
en un cielo sin azules
me asfixio
en la atmósfera
de tu travesura
luego, no dejas ni una sombra
para abrigarme
me preguntas
“viviremos”
y sigo aun
sin responderte.

 

 

 

poesía contemporánea

Inventado una mañana

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La sombra
cubre cada movimiento
llueve
pero no hay
gotas
nadie
sale por las calles
por miedo de morir
de tanta luz
fue lógico
entonces
identificarse con
las sombras
con lo que sucede
pero no se percibe
fue natural
vivir
porque
no queda otra;
nos acostamos
no para la orgía
sino para sentir
el manto
intangible de oscuridad
sobre nuestros pechos
desnudos,
sepultados
a la espera
del noticiero matutino
que nos revelaría
alguna razón para vivir.

.

.

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poesía contemporánea

¿Cómo existir?

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La poesía es mi tercer solitario ensueño
similar a la vida borracha de símbolos
o al sueño cansado de cronología
así, la vida, los sueños y la poesía
son todos, con igual probabilidad
la temible alucinación de una sombra humana
que desliza un frágil dedo sobre el polvo existencial
exponiendo la superficie gris y hueca
y al llegar el dedo al borde
resbala y cae en una profundidad fría y alegre,
y como no queda más nada
el verde de la hora
se distrae con la neblina de adjetivos
y la sustancia intocable de versos
inventando un nuevo mundo
donde ni siquiera yo
estoy seguro de existir.

La dimensión escondida

Estoy centrado en una oscuridad vibrante

     conozco íntimamente la semilla

el tejido de noche que compone el día

     la dimensión escondida detrás de la visión

crié el miedo desde su infancia

     era negro y encogía las galaxias

un punto sin forma parecido a la muerte

     anoche tuve que deshacerme

casi desnudo en profunda percepción

     de capas y capas, removiendo estratos

una geología espiritual

     estirando el acordeón hasta quedar mudo

adivinando el ritmo que canta la existencia

     eran hilos de sustancias vacías

cuando con pánico se niega a mirar

     sin absorber ni una sola gota

una corriente que se mueve sin nombre

            compresible solo cuando se ahoga la resistencia

 

Poesia Nihilista y mucho mas…

La candela

 

Era precisamente esa actitud que me revolvía las entrañas más que la hipocresía de los políticos y las fechorías de la Iglesia. Percibía a lo largo de la avenida peatonal un gran desfile del más despreciable carácter, me sentía aterrorizado al percatarme de tal brutal condición y descubrir que no era ningún sueño pero la más concreta realidad. Bueno, tal vez exagero al llevar todo adjetivo a un valor superlativo. Quizá lo que descubrí en las aceras del siglo veintiuno no es lo más despreciable y brutal, pero más bien se trata de un resentimiento inconsciente que me mueve a calumniar un mundo que me ha tratado injustamente y en el que no he podido sobreponer mi voluntad. Pero tales consideraciones se las dejaremos a los intérpretes psicoanalistas y sigo convencido que me he percatado de una verdad ignorada—algo que verdaderamente me revuelve el estómago.Es momento de entrar en detalles. Iba caminando por la avenida central, hace dieciocho días para ser exactos, distraído por los vaivenes de la gente metropolitana; un pasatiempo que nunca ha de cansarme. Mirar esa multitud de extraños extraviados, vociferando contra los autobuses que se saltan el alto, hombres silbando a las mujeres, madres comprando  el juguete de moda que venden los ambulantes, amigos hablando entre sí con sonrisas, hombres seduciendo a mujeres que rechazan otro halago falso, mujeres que mueven su pompis con el paso de cada tacón, los niños abstraídos con el vuelo de palomas, todos esos personajes innumerables que uno se puede topar en las calles, mientras cada uno de ellos sigue como a un dictado escolar los comandos de su rutina.  Ese día no estuve por la ciudad con el fin único de captar todas imágenes efímeras de la vida cotidiana de las masas, sino que tenía la necesidad de recoger unos zapatos de vestir que estaba enmendando el señor Gutiérrez, propietario de una anticuada y pequeña zapatería, no de las que venden zapatos pero donde arreglan los mismos. Cuando llegué a su pequeño local había una pequeña fila, el señor Gutiérrez estaba atendiendo a una señora encorvada de sesenta años, de un pelo atigrado con manchas blancas y negras, impresión que solo pude explicar como efecto de reiteradas teñidas de pelo hechas en casa, y probablemente sin un espejo. Después de la pequeña señora se encontraba un regordete de considerable altura con un bigote negro y tieso que le cubría el labio superior. Su camisa tenía varios huecos y no le llegaba a cubrir toda su espalda. Sobre los jeans se asomaba una hendedura perpendicular al borde de esos apretados pantalones, lo que me hizo lamentar que su camisa fuera tan corta y expusiera tan sutilmente su peluda naturaleza. La cuestión es que estaba esperando en fila mientras mis ojos exploraban lo cotidiano cuando paran dos jovenzuelos recién salidos del colegio y se quedan platicando por la puerta del local. Sin intención ni esfuerzo su conversación fue registrada por mis oídos y lo que expresaron me llegó a trastornar. Los jóvenes conversaban sobre su futura educación, las razones por las que hay que optar por carreras lucrativas y prósperas, los futuros bienes materiales que tendrían, la cantidad de hijos que engendraría cada uno y la edad que esperarían morir. No puedo fundamentar mi enojo e irracional desasosiego que experimenté en esos momentos. Los dos continuaban en su conversación, optimistas, pragmáticos, centrados, como si tuvieran ochenta y cinco años y conocieran más allá de toda duda la trayectoria del mundo. Era ajena esa actitud a mis treinta y cinco años, no podía concebir como cualquier persona honesta puede desde sus deseos actuales y pasajeros programar todo el esquema de su vida. El señor Gutiérrez me despertó de mis sombrías meditaciones con un retumbante ‘eeyyy’, del que reaccioné con ingenua mirada y me acerqué al mostrador para retirar mis zapatos negros con una boleta blanca que sostenía en mi mano.Salí del local taciturno, un poco molesto e inquieto. Tal vez no he sido suficientemente explícito en mi narración y deben estar preguntándose porque un episodio ordinario como el anterior me haya llegado a afectar tanto. Es posible que pocas cosas ocupen más de mi pensamiento que la soledad y la muerte. No quiero aquí asustar a nadie ni exponerme como una de esas desamparadas almas que navegan entre depresión y depresión a raíz de su pesimismo y cinismo. Mi metodología con estos temas es sumamente sana y productiva, no trato de extraer argumentos para asediar esta ya agitada vida, sino encuentro en esos inauditos temas las fuentes de inexplicables revelaciones y extáticas emociones. La soledad no me ha parecido nunca tan insoportable, siempre la considero como la oportunidad para estar en contacto directo con aquello que somos, un tacto silencioso con este coloso mundo. La muerte es simplemente la advertencia que nos obliga a despertar de nuestra cómoda burbuja de quehaceres y distracciones, se trata de una sombra, un trazo oscuro entre este mundo de luz y colores, es lo que permite ver la silueta de todo lo que está vivo. Resulta fundamental para mí redescubrir ese contacto primordial con el mundo más que esquematizar la vida en abstracciones ilusorias.Así es que caminé por lo que pudieron ser dos o tres horas y en cada rostro metropolitano notaba esa inagotable sed por hacer cosas, construir, producir, reproducir, generar y gastar. No veía a nadie contemplando las nubes que rayaban el cielo encorvado, no había rastro de algún ser apasionado por el movimiento de las hojas en un árbol, o el sonido de la lluvia sobre los techos de zinc, o el vuelo fortuito de una mosca, o la suavidad de la tierra mojada. Todos estaban ocupados haciendo algo y si acaso solo los locos y los niños se detenían por segundos a apreciar un mundo extraño y encantador. ¿Dónde está ese asombro que experimentamos cuando pequeños?Y ya sé lo que muchos dirían. Déjate de vainas, póngase serio y olvide todas esas preocupaciones fútiles e innecesarias. La vida está aquí para vivirla, no para cuestionarla y explicarla. No entiendo muy claramente porque este mundo moderno a veces me revuelve el estómago y me hace nauseabundo. Solamente sé que yo no quemo candelas solo para quemarlas, yo las prendo para poder ver en la oscuridad. Y si esta vida es una candela, no vengo aquí a gastarla, más bien la enciendo para apreciar mejor lo que ella misma revela, es una oportunidad para explorar lo que ha estado por eternidades en la oscuridad y ahora se hace visible con nuestra presencia.