Que te diré,
si solo uso las palabras
que se han inventado
hasta ahora,
ocupo además una
cornucopia de sensaciones
que aun no existen
porque no existen
aun sus nombres
para identificarlas.
Ahora que me siento
a escribir a las 2am
para percatarme
que no hay que
escribir nada más.
Habrá, eso sí,
algún día
que desligar
las emociones
de las palabras,
vivir como alma cruda
expuesta al sol.
No inventé el reloj
y los minutos son 60 pestañeos
que heredaron los griegos
de los babilónicos
y ahora que voy a ser padre
de mil horas de libre albedrío
todas corriendo por las calles
y, de vez en cuando, sentadas
en la arena tibia
de una caja para niños
en el patio trasero.
Empiezo a dibujar
un círculo sobre círculo
como si el universo
fuera un monstruoso
espiral que se comiera
a si mismo.
Estas palabras me
ayudan cuando sirven
de cobija y generan
un cansancio
suficiente para
desconocer el
conocimiento
que se ha de morir.
Ahí está la conclusión:
Sí, moriremos tu
y yo como
dos vagas figuras
empujadas al guindo
de un sueño – igual de profundo
pero más negro –
que este
en el que
vivimos
ahorita.