Un martes.
De sol –
la vida
puesta como luz
sobre el hilo
de un río,
alejándose en flora
llegué a ella como
reflejo de pájaro
en su azul torbellino.
Me senté. Afuera
de la universidad
a ver la luz del día
torcerse en ráfaga
de azul y de azul
a celeste.
Leía el escepticismo
de Santayana
y tenía el busto
de Bohr
oxidado a mi izquierda.
Era una tarde, liviana
despegándose de la ciudad
a una altura de ritmo –
brillaban los techos
como extinguiéndose
de plena alegría.
Era martes.
O tal vez esencia.
Cuando me senté
a contemplar la nube
esfumarse tan lejos
de las palabras.