
Pongo una oreja
contra la desdibujada foto
de la memoria –
unos cuantos pasos imprecisos
en el cuarto de mi madre; el sol blanco
de 1987.
Ya me acuerdo, soy un espectro
preservado en mármol. Sin pies.
Apoyo mi cabeza de cal contra la noche.
No son estrellas. Son boronas de
pan blanco que tiré a la tierra
para que comieran los zopilotes.
Soy una cueva de lágrimas,
donde se bañan los murciélagos.
Veo la foto y sus eventos son
como reflejos del lago donde nunca nadé.
Soy un niño tallado en blanco y negro.
Sin dientes. 1987.