La cordura
se me desamarró
como el cordón
del zapato
miraba el cielo
como un cráter
de lava oceánica
y me percaté
que esos cuatro o cinco pájaros
que se aterrizaron en la esquina
de un techo
conspiraban en su jolgorio
la conquista del mundo
su meticuloso plan para transformar
esta tierra en
un gran nido
hecho de tierra, agua, aire y fuego
y estaría yo ahí
en el fondo del nicho
esperando una gran lombriz
que me aplastaría
como un huevo nulo
con nada
adentro.