Entender algo
ha sido una educación hacia la muerte,
destino o ‘fuerza’ – esa magnitud física –
ha hecho mi visión
una piel sobre todo lo que ha perdido descripción,
es decir, siento las superficies sin saber qué
o quién cruza mi horizonte de escalofrío.
No tengo miedo presentar al mundo una incoherencia,
así empiezan las construcciones,
imagina construir algo con la materia prima de la mente
y depositar esa invención en un ciclo sin fin.
Los objetos por lo general afectan sus alrededores
pero cuando le robe al mundo su símbolo
ya verán
una lenta emanación careciendo propósito
y contorno.
Rara vez me interesa terminar el día diciendo
‘la multitud de partículas se irán alejando
para dejar la distancia vacía entre el acto
y la verdad’
más bien, cierro los ojos
sin decir nada
porque la eternidad siempre ha sido
una angustia incómoda en el núcleo
de la vida.