A veces la inteligencia es frágil. Como una galleta en la mesa de comer. Está atenta, crujiente pero tan susceptible que una gota de leche la hace masa de miel. Yo no sé qué hacer con ella. Este deleznable intelecto. A veces está ahí como una luz, inconsistente pero insistente. Alumbrando algún montón de cosas. No logro apagarla. A veces le digo, mira la luna. La mira. Y me dice; la eternidad es polvo y cresta. A veces la clavo contra la vocal de un silencio. Pero no da resultado. Empieza a gritar su melancolía de pesimismo del dolor de la muerte. A veces, la dejo ser pájaro idiota que trata de comer las semillas de las estrellas. A veces, bebo. Lozanas limas de licor. La inteligencia misteriosamente se para como un ángel sobre ojos. Y ahí en esa orilla de párpado nos detenemos. Ella y yo. A ver, como espectadores, el bello truco de la vida.