Algo murió esta noche.
Pero no le doy nombres
a todas mis fragilidades.
Ni las entierro.
Algo murió,
eso está claro.
Algo que entraba
de puntillas por mis venas.
Algo que crecía lento
como un vello sobre
cada pensamiento.
Era un susurro entre dos latidos.
Pero ya no está.
Desistió y huyó.
Saltó desde un parpadeo,
y murió sin agonía.
Me dejó solo,
como un adulto sentado
sin hacer nada
en un cuarto grande y frío.
Pero estoy dentro de mi piel.
Solo, de luto.
Ciego como la ceniza.
Sin ideas y sin arte.
Apagando la luz
porque ni mi sombra
quiero ya ver.