Siempre he querido recibir
un evangelio,
una tira de pensamiento
tan absurdo
que haría de mi semblante
algo serio con propósito
y así podría marcar los días
como un camino irrevocable
hacia la verdad,
una revelación de fuego
haciendo de toda percepción, evento, sentimiento
memoria o idea
plena irrelevancia,
puramente
necedad
y este ceño una nueva forma de reír.