
Recuerdo
un tarde
que salí a caminar
por el lago
fue ayer o hace dos mil memorias;
notaba las aguas
formular los misterios de las nubes
las aviones dejaban un trazo de tiza
en la miel del cielo naranja,
había una iglesia de colocho dorado
cuando las gaviotas dejaban
el vello del atardecer
rozar sus plumas de aceite;
la luz se marchaba como
ráfaga de tiempo,
en la invasora oscuridad
leía la gran teoría del cosmos –
anocheció
porque la luna creciente
pedía el mar negro
de la incertidumbre
al igual que este
ebrio lunático.