El domingo antepasado se llevaron a cabo unos hechos que han elevado la palabra Arte a representar, sino coincidir, con lo que anteriormente llamábamos Universo. Ese fue el día que todos nos dimos cuenta que se trataba de la obra de teatro más ambiciosa jamás efectuada en la historia del planeta. Era sin duda una obra maestra pero muchos, bien la mayoría, se sienten decepcionados. La obra se detuvo justo en el momento que se reveló que se llevaba a cabo. La obra se llamaba “La Vida es Máquina” y el elenco era la humanidad misma. El descubrimiento de la obra estaba ya prescrita o profetizada en la misma obra. Ahora muchos cuestionan si de verdad se detuvo la obra de teatro en el momento que despertó la humanidad de su interpretación o rol de autómata. En el momento que fue revelado que la civilización consistía en una vasta ficción millones de humanos soltaron lágrimas de libertad y alivio, pero pronto las lágrimas se tornaron agrias y descendió sobre la tierra un vacío inexplicable e inequívoco. Si en el pasado era aquél con rol de filósofo que se dedicaba a tejer una nubosidad verbal de premisas y conclusiones injustificables, ahora a diario millones de hombres, mujeres y niños dudan de la disolución de la obra y proponen la escandalosa teoría que la obra no ha terminado, que simplemente ha cambiado de plano (o como ellos dicen, de “escenario” ontológico) y que continuamos todos en nuestra nueva iluminación siendo ciegos esclavos de esquemas e intrigas elaboradas aleatoriamente por un Artista que vive fuera del tiempo y del espacio donde se lleva a cabo nuestra tragicomedia.
Yo por mi parte me limito a representar lo hechos y me abstengo de declarar mi opinión sobre lo acontecido en estos revolucionarios días. Simplemente agradezco que el cielo sigue siendo azul.